El latido de la zambomba
Escribo desde el sur, desde la Baja Andalucía, una tierra que
por estas fechas –y desde que concluyó el mes
de los muertos- ha reunido a sus gentes en torno a una hoguera, unos
buñuelos, una botella de anís y una zambomba para cantar romances y canciones,
siendo hasta hace nada uno de esos reductos excepcionales donde el canto
tradicional sucedía espontáneamente, es decir, con la cadencia que la costumbre,
la ritualidad, el clima y la sensibilidad humana iban imponiendo. Hasta hace
nada.
Hoy por hoy, se celebran zambombas
en peñas, salas comerciales y teatros. He estado en algunas de ellas. En ninguna
he oído un romance, en ninguna ha sonado la zambomba, el corazón de la fiesta,
el ronco y hermoso son que invita a cantar juntos. Ahogada su voz por cañas
rocieras, cajas y guitarras, he visto a la zambomba muda, colocada en una
esquina, adornada con espantosos espumillones y con siniestras telas de lunares,
como esperpénticas mortajas de una mujer anciana que molesta.
Al compás de esos nuevos ruidos, he oído chirriantes
villancicos de nuevo cuño, muchos con estribillos tan dantescos como “Vámonos pa el Rocío / que es Nochebuena…”, que sonaban
como adolescentes maleducados y ebrios. Y he oído alguna antigua canción
deshilachada, hecha engendro por obra y gracia de la sacrosanta bulería.
¿Qué ha ocurrido en los últimos treinta años para que se haya
arrasado con la memoria de al menos ocho siglos?, ¿qué se ha entendido como
patrimonio cultural, un asunto al que ha ido a parar mucho dinero público?,
¿cómo se ha aplaudido este desprecio a la cultura? Hay algunas explicaciones. Canal
Sur, la televisión autonómica de Andalucía, ha derrochado en españas de charanga y pandereta, ha
magnificado un tipismo indolente y abotargado, ha alimentado la peor autoestima
de los andaluces. Muchos ayuntamientos, en connivencia con cajas de ahorros (y
el ejemplo más lamentable es el de Jerez de la Frontera), ha falseado el
folklore, travistiéndolo, poniéndole un traje de flamenca muy parecido al que
luce Lolita Sevilla en Bienvenido Mr.
Marshall, editando discos infames en los que la mentira se hacía moda. Y de
parte de políticos y demás responsables
de la gestión cultural se ha ejercido una sublimación estética y comercial del
flamenco, a todas luces bastarda, interesada y fraudulenta.
Y por eso ya no se oye aquí el latido de la zambomba.