El carnaval oculto
Las canciones y rimas tradicionales infantiles, muchas veces, encierran bajo su aparente sinsentido significados ocultos que se refieren a nuestros más ancestrales y universales comportamientos. Se han resguardado, tras siglos y siglos, en la expresión esencialmente emotiva, lúdica y musical de los niños y desde aquí pueden evocar, para nuestra comprensión adulta, preguntas y respuestas que la prisa de la modernidad nos ha enseñado a esquivar.
El juego infantil –el compartido entre iguales, el espontáneo, claro, no el que los adultos dirigimos- plantea, además, no pocos ritos esenciales y necesarios, sin los cuales ni nos entenderíamos como individuos de una cultura determinada, ni como seres inteligentes.
Entre los niños ha corrido hasta hace nada de boca en boca el juego-salmodia de Pipirigaña. Con más o menos variaciones, la cancioncilla dice: Pipirigaña / mata la araña / un cochinito / bien peladito / ¿Quién lo peló? / La pícara vieja / que está en el rincón. Tanto en España como en Latinoamérica, la rima se aplica a un juego simple, consistente en dar pellizcos en las manos apoyadas del otro, que trata de esconderlas al ser tocadas. Don Pablos, el Buscón, fue de los primeros en testimoniar el entretenimiento, según cuenta Quevedo, y desde allí millones de niños lo han hecho, adecuando el nombre del personaje a su castellano, catalán, gallego o euskera materno.
Pipirigaña o Pez Pecigaña parece, de este modo, referirse a un icono infantil esencialmente carnavalesco, representado por ejemplo en los cuadros de Peter Brueguel, en los que el disfraz, la chanza, la representación del mundo al revés, la animalización de los humanos, el regocijo por trastocar el orden… se ubican de pleno derecho entre esos niños del siglo XVI que el viejo pintor ha eternizado.
Pipirigaña es, entonces, una figura de comparsa carnavalesca emparentada con otros peces festivos, como la sardina y su entierro burlesco el Miércoles de Ceniza. Al hilo de esta clave, la hazaña que se le atribuye, matar una araña, puede identificarse con la burla secular de ridiculizar grandes empresas caballerescas mediante su inserción en el ámbito de lo nimio y lo cotidiano, y algo semejante puede pensarse del cochinito bien peladito, figura de antiguas procesiones burlescas al que los niños desenmascaraban despojándole de su cabellera. La vieja que cierra los versos, agazapada y presuntamente malhumorada desde su negro rincón, luctuosa en contraste con el regocijo del disfraz del Pez Pecigaña, no puede ser otra que Doña Cuaresma.
La transgresión carnavalesca parece exigir el primor infantil del disparate, quizás el único y primordial sentido de la antesala del ayuno, un sentido que, a fuerza de comercio y olvido, estamos a punto de ocultar del todo.
Publicado en La Voz de Cádiz, el 8 de febrero de 2005
1 Comments:
hola,
acabo de leer su articulo sobre la presencia del carnaval en las cociones infantiles en Cadiz, y me interesó mucho.
me llamo henri delangue, soy francés y vivo en santa cruz de tenerife. siendo carnavalero desde muy pequeño me atreví hacer un trabajo sobre el carnaval en España para terminar mi master en Francia. y ahora estoy buscando informaciones sobre la presencia del Carnaval en la literatura española, desde el siglo de Oro hasta hoy. Sé que el tema del carnaval estaba presente en el Libro de buen amor del arcipreste de hita y ahora sigo buscando más textos para añadir a mi estudio. si por casualidad tuviera alguna idea de autores importantes de la literatura española que hayan hablado directamente o indirectamente del carnaval en sus obras ya sabe, me ayudaría mucho.
gracias por todo. un cordial saludo y que viva el carnaval! :-)
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