19 febrero 2010

Columpios. Reseña de Luis Díaz Viana


Reseña de Luis Díaz Viana para la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares (julio-diciembre de 2009), págs. 242-243.

RUIZ, María Jesús; José Manuel FRAILE GIL y Susana WEICH-SAHAK:
Al vaivén del columpio. Fiesta, coplas y ceremonial
(Cádiz: Universidad de Cádiz y Diputación), 185 pp.


Es éste que comento un libro con vocación –en apariencia- de “obra menor”, pero de permanencia, casi modesto por su tamaño y la sobriedad de la edición, pero delicioso en la forma y en el fondo, en el tema que trata y en el cuidado con que se ha tratado. Creo que es el tipo de obra que le hubiera encantado leer y coleccionar a un Julio Caro Baroja, almacenando en su biblioteca y su mente (lo que venía a ser más o menos lo mismo) pequeñas sabidurías, exquisitas erudiciones que esta obra atesora y él habría podido sacar a relucir –después- en un breve artículo o una fugaz conversación. Y es un libro también que –sin duda- hubiera agradado a Ana Pelegrín, investigadora a quien la obra viene dedicada, porque dedicó su vida y su trabajo a enaltecer –precisamente- el valor de las cosas o las creaciones pequeñas, de la poesía, la música y el arte que pasan de puntillas, casi desapercibidos, entre el fragor de lo cotidiano.

Estamos, en fin, ante una obra con ecos de otro tiempo, por el asunto -que a muchos parecerá trivial y pasado de moda- y por la manera minuciosa en que los autores se aplican a su estudio. Solamente el Capítulo V, que se ocupa de las “Referencias literarias y testimonios antiguos” acerca del columpio podría constituir un tratadillo del tema, tan bien escogidos están los párrafos y tan relevantes resultan las obras seleccionadas. Y aprovecho para hacer notar aquí que el libro -que incluye CD con grabaciones de campo de distintas provincias y lugares- está estructurado como si fuera de un autor y no de varios, perfectamente cohesionado, no dejando nada importante sin tratar. Así que viene de suyo que haya en él –de un lado- un apartado gráfico, con reproducciones de obras de grandes pintores que tomaron el columpio como tema, y –de otro- una “banda sonora” interpretada por la gente misma que se entretuvo, divirtió, se hizo mayor y enamoró en torno a los columpios. Repertorio musical, analizado –por cierto- específicamente en sus aspectos melódicos en otro de los capítulos.


Pues bien, este librito de bella presentación y elaboración detallada tiene –además- en su mismo planteamiento una originalidad destacable. Y no sólo porque aborde un asunto poco tratado y peor conocido, un tema concebido por la inmensa mayoría como menor, casi insignificante y en el peor sentido de la palabra “folklórico”, que evoca tipismos y Españas del pasado. Ni porque trate de un tema diminuto a lo grande, que es lo contrario de lo que suele hacerse más ahora, donde quienes pretenden estar siempre a la moda picotean por grandes temas destrozándolos –a menudo- de forma precipitada y chapucera. Lo más singular de este libro es un enfoque tan etnográfico que ha hecho del contexto texto y pretexto, de la circunstancia de columpiarse ocasión para estudiar formas ya casi desaparecidas de festejar, cantar y cortejar en España durante los últimos siglos.


No podría decirse, de otro lado, al comentar el libro que tal autor ha hecho esto y aquél lo otro, aunque así fuere, ya que lo importante es que se entreveran sus quehaceres y apreciamos una concepción global de la obra, muy de agradecer en los trabajos colectivos. Abre Mª Jesús Ruiz los estudios ocupándose de “El columpio en Andalucía: una poética del galanteo”, un trabajo que rebosa caudal etnográfico de primera mano, con el que se llena -más que se ilustra- un recorrido tanto cultural como lingüístico por las topografías físicas, rituales y temporales del columpio y su mundo de cortejos. Sigue en el Capítulo II José Manuel Fraile Gil aportándonos, en “El columpio infantil. Al vaivén de la retahíla”, una visión más “niña” o “naïf” del columpio, con sus juegos y retahílas entretejidos en torno a ese regocijado y ensoñador acto de mecerse que –casi sin darnos cuenta- conduce a las personas de unas edades a otras. Y viene -luego- el Capítulo III, donde Susana Weich-Shahak aborda –con el carácter casi de una “minimonografía”- el tema de “El columpio entre los sefarditas de Marruecos: la Matexa”, asunto que queda complementado por el Capítulo IV en el que, bajo el título de “El repertorio musical, breve análisis de las melodías”, la misma autora da un repaso etnomusicológico al conjunto de canciones recogidas en el CD que acompaña al libro. Y, por último, tras esa especie de apéndice musical, termina la obra con el Capítulo V de Referencias literarias y testimonios antiguos”, preparado por José Manuel fraile Gil y María Jesús Ruiz, al que ya me he referido con anterioridad. En él se va, desde los orígenes sacros que Sebastián de Covarrubias y Rodrigo Caro buscan para este artilugio en los testimonios de los autores de la Antigüedad grecolatina, a las picaronas anécdotas decimonónicas narradas por Armando Palacio Valdés, de cuya mano descubrimos por qué a algunos jóvenes y adultos les gustaba tanto ver columpiarse a las mocitas casaderas. Erótico secreto ya desvelado por Fragonard –un siglo antes- en la pintura El Columpio o Los alegres riesgos del columpio, donde se nos muestra la perspectiva nada inocente que podía adquirir el despreocupado juego del balanceo.

Leer estas páginas ayuda a hacernos comprender –de otro lado- que, aunque a menudo parezcan confundirse, “vida cotidiana” y “cultura popular” no son exactamente lo mismo. Que, aunque los niños siguen columpiándose hoy, en esos parques iguales en todas partes, han dejado de hacerse en torno al columpio muchas de las cosas que se hacían, de cantarse todo lo que se cantaba, de cortejarse los jóvenes como se cortejaban, llegando a caer –ocasionalmente- los mancebos en arrobo ante el fulgor de unas enaguas o lo que pudiera adivinarse más allá. La práctica del columpio permanece, pero apenas ya se canta, ni se dice, ni se juega fuera del mero vaivén propiciado por él. Han cesado a su alrededor la poesía y la música. Fue languideciendo la cultura popular que lo rodeaba, desde los saberes añejos a los profundos prejuicios. Dejó de inventar y transmitirse la gente todo lo que el columpio aparejaba , todo el conocimiento que cada momento y rito hacían aflorar, hasta que la vida cotidiana se fue pareciendo cada vez más a un paisaje triste, en el que nada más quedaban –como en algunos museos de etnografía- los artefactos antiguos y solos.

LUIS DÍAZ VIANA