Pequeña memoria recobrada
Estudio, catálogo y CD

Prólogo de Alejandro Tiana Ferrer
Presentación
Una aproximación a los libros infantiles en el exilio español (1939-1977), por Ana Pelegrín
Letras para cambiar el mundo. Los libros para niños en las Misiones Pedagógicas, por María García Alonso
La imagen exiliada, por Alberto Urdiales
Tarde de enero de 1923, por Juan Mata
Memoria de la escena. El teatro infantil de los exiliados, por Mª Victoria Sotomayor
De Sanabria a Buenos Aires: el destierro escénico de Alejandro Casona, por María Jesús Ruiz
La obra de Anna Muriá, por Miguel Desclot
Leoi-Kumea: un libro traducido al euskara para niños del exilio (asombrosa adaptación al euskara de Le pétit lion de Jacques Prévert por Orixe), por Juan Kruz Igerabide
Memorias dun neno labrego y la obra de Xosé Neiras Vilas, por Blanca Ana Roig Rechou
El exilio interior y la recuperación de la memoria, por Nieves Martín Rogero
Catálogo de autores y obras (401 registros)
Índices

Ana Pelegrín nunca quiso resignarse al primer exilio, el de la infancia; cuando, lejos de Jujuy, se hizo aquí algo así como hispano-argentina, tampoco quiso resignarse a olvidar su idioma, esa lengua de voseos y melismas enigmáticos; y cuando acá y allá conoció el destierro de quienes acá tendría que haberse encontrado tampoco se resignó.
Probablemente esa tozudez tan proverbial y tan explícita la condujo a la utopía de recuperar para la memoria de todos la memoria de los exiliados del 39 que, en su diáspora americana, no se resignaron a abandonar a los niños que, aquí, les habían forzado a descuidar. Lo llamaron depuración.
Ana irredenta durante más de veinte años, rebuscando entre las viejas librerías de Buenos Aires, de Madrid, de México D.F.... hasta acumular un noventa por ciento de los "billiken" perdidos por el mundo. Ana irredenta reclutando amigos, colegas, para convencerlos (y lo hacía) de que lo más urgente, necesario y decente que podríamos hacer en nuestra vida era ponernos a trabajar en la pequeña memoria, y recobrarla. Ana irredenta convenciendo a políticos e instituciones (y lo hacía) de que era un deber moral inexcusable, una simple cuestión de respeto, exhibir en un libro lo irrespetuosa que fue la guerra y la dictadura con los niños de acá.
Pequeña memoria recobrada no pide permiso para recordar porque Ana Pelegrín siempre fue niña y desobediente. Y en ese estado de gracia vivió, murió y vive con nosotros.
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