Saber y cantar en La Rioja
Logroño, Editorial Piedra de Rayo, 2008.
985 págs. + 2 CDs
Comenta Luis Díaz Viana, en algún momento de sus siempre lúcidas reflexiones sobre la cultura popular, que el deslumbramiento de recolectores e investigadores de la tradición oral se produce cuando advertimos que quienes nos transmiten su memoria poseen un saber inalcanzable para nosotros, y cuando, de este modo, caemos en la cuenta que los libros sólo nos proporcionarán una parte muy pequeña de la sabiduría que cabe en una vida humana. En el caso de la recolección de romances, tal impresión es inmediata y constante, quizás porque el transmisor de baladas convoca en su voz una memoria evidentemente centenaria y, sobre todo, porque al hacerlo teje una nueva ficción hecha de viejas fórmulas, que le pertenecen y a las que él pertenece. En definitiva, es inevitable la emoción del recolector ante un informante que sabe, la sensación casi de vértigo de que estamos ante un Homero.
El trabajo de Javier Asensio está hecho desde esa emoción y anhela esa sabiduría inalcanzable que lleva tantos años contemplando por tierras de La Rioja. Probablemente por eso se abra este frondoso repertorio con unas páginas dedicadas a dar fe –gráfica y textual- de las mujeres y hombres que han hecho el corpus, los que han convocado en su voz y en su esfuerzo poético la memoria de siglos y siglos. El estudio introductorio del autor prosigue en el deslumbramiento, e incorpora los retazos necesarios para que sepamos no sólo qué se canta y se cantó en La Rioja, sino también los porqués, esto es: la ocasionalidad y las razones humanas que persiguieron las baladas en este territorio.
Sin olvidar la categoría estética del corpus que publica, Asensio abunda en su estudio sobre la poética y la geografía del romancero, y facilita así a los no iniciados el camino libresco para comprender el milagro de la balada oral. Un camino emprendido por Menéndez Pidal y María Goyri y acrisolado por Diego Catalán en sus estudios de poética. Después, la ventana al sonido de La Rioja se abre espléndida para que contemplemos un repertorio abundantísimo y preservado con exquisito esmero, en el que hay que detenerse en los parajes de los romances históricos, y no dejar de recrearse en el de los romances devotos, singularmente adscritos al ciclo humano de la pasión.
De los casi doscientos cincuenta temas que componen este repertorio, hasta más de cincuenta podemos oír los CDs, y repetir así el imprescindible asombro de la memoria.
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