10 abril 2006

Cultura popular y modelos de mujer: santas


Hace unos pocos meses Inmaculada Montalbán (Magistrada del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía) publicaba en El País un artículo titulado “Violencia de género en la Constitución”. Lamentaba en él que quizás el mayor obstáculo con el que tropezaba la Ley Integral de Género para su correcta aplicación eran ciertos hábitos sociales que aún hacían esperar de las mujeres la acomodación a estereotipos tradicionalmente consolidados.
Esas conductas tozudas empantanan efectivamente la reivindicación de situaciones relacionadas con la autonomía, con la libertad de elección, con el derecho a la vida pública, e incluso con la desobediencia, adscritas al ideario feminista básico y en claro conflicto con los valores de sumisión o reclusión instalados en esos estereotipos.
La documentación ingente que, desde hace por lo menos ocho siglos, nos informa sobre la gestación y la transmisión de los arquetipos femeninos básicos en la cultura popular no deja lugar a dudas: la literatura oral, los ritos y prácticas folklóricas, la iconografía, y los usos tradicionales en general materializan unos modelos de mujer que –seamos o no conscientes- están grabados en nuestra memoria de manera indeleble. En tanto estamos hechos en buena parte de memoria colectiva y secular, actuamos no pocas veces arrastrados por esos modelos y nos relacionamos conforme a ellos cada vez que el olvido del aquí y del ahora gana la partida.
Probablemente uno de los arquetipos más nocivos para la auténtica comprensión social de la igualdad entre sexos sea el de la Virgen. Su figura irrumpe en la cultura popular hispánica con seducción desmedida en los últimos siglos de la Edad Media, y se convierte muy pronto en icono central de la religiosidad de a pie, la de todos, campeando a sus anchas en una multiplicidad de imágenes, de objetos y de ritos que no conoce fronteras.
Las mujeres hemos tenido en ella una referencia inalcanzable, frustrante por lo tanto, y en consecuencia perversa. Como paradigma, representa muy bien la vinculación de la perfección femenina al inmovilismo, dejando en manos del arquetipo masculino (su hijo) la ejemplaridad de una vida itinerante y de unas habilidades públicas de las que ella voluntariamente se priva.
La Virgen, como la madre de Buda, la madre de Confucio o la madre de muchos antiguos héroes caballerescos, concibe al hijo sin intervención alguna de varón, da a luz sin dolor y dedica su anónima vida a la nutrición y protección del vástago. Se configura así como mujer en la que la virtud está indisolublemente unida a la negación del sexo, lo que lleva a una tajante identificación entre lo femenino y la castidad.
Con una asombrosa capacidad para adaptarse en la diacronía y en la diversidad de medios, la Virgen ha generado suplentes de enorme atractivo. En la literatura laica, la suplanta la donna angelicata, que en la tradición renacentista del amor cortés diviniza hasta la utopía el sueño de castidad. En el último cine, sin ir más lejos, la madre de Anakin Skywalker toma el relevo como calco de la mujer virtuosa que, inmóvil, contempla con orgullo cómo su hijo y los demás varones se encaminan a la heroica aventura.El eterno femenino, en fin, está prendido en las entretelas de nuestra memoria, del alma misma, haciendo todo lo posible por perpetuarse como causa de nuestras conductas. Y en parte consiguiéndolo.


Publicado en La Voz de Cádiz, el 4 de marzo de 2006

5 Comments:

At mar abr 11, 12:45:00 p. m., Anonymous Anónimo said...

Sin embargo, la madra de Annakin Skywalker no parece del todo una santa. Habitante de un "planeta" canallesco, cabe atribuirle una vida más airada que la que se atreve a contar a los Jedi. Quizá su concepción inmaculada de Annakin no sea más que (aparte de un monumental e intragable embuste) una de las muchas ironías que Lucas (medio hippy y nihilista, como corresponde a su generación) se permite a lo largo de la doble trilogía.

 
At mar abr 11, 12:49:00 p. m., Anonymous Anónimo said...

Ojalá llevaras razón, Horacio, aunque como fantasía erótica ya vale la pena tu teoría.

 
At mar abr 11, 01:12:00 p. m., Anonymous Anónimo said...

¿Y qué me dices de la "Lola" de los Machado (la que "se va a los puertos"), que sólo se entrega a la copla y desdeña el amor carnal?
Al parecer, su "santidad" está inspirada en el oneroso carácter platónico que Pilar Valderrama ("Guiomar") impuso a su relación con Antonio. Pero el personaje tiene una cierta autenticidad "popular" (y no religiosa, al menos abiertamente)

 
At mié abr 12, 10:55:00 a. m., Blogger María Jesús Ruiz said...

Buena sugerencia. Vamos a ver.
Supongo que Ian Gibson limita la referencia de la Lola machadiana a Guiomar -o más bien a Pilar Valderrama-, descuidando en algo la naturaleza sustancialmente literaria del personaje. Como tal (es decir, como unidad textual, que es ni más ni menos lo que tenemos) Lola es actualización de una larga tradición en la que la Virgen (mujer sin relación carnal) sería el arquetipo básico. El proceso de laicización del arquetipo (de raíz medieval) comenzaría con el Humanismo, claro, y en concreto con la "donna angelicata" del stilnovismo italiano (Laura para Petrarca, Elisa para Garcilaso, Amarilis para cierto Lope, etc). Todas ellas expanden su ser esencial a través de los siglos y migran de la literatura popular a la culta y viceversa. Tienen, efectivamente, "autenticidad popular", pero también religiosa, ésta en lo que poseen de dimensión espiritual del conocimiento. Al fin y al cabo, lo que los cortesanos humanistas intentaron en buena medida es sustituir los ejércitos de la cruzada por la soldadesca del amor, suplantar la fe cristiana (teocéntrica) por la fe amorosa (erocéntrica). Ya sabe usted, Horacio: "Melibeo soy y en Melibea creo".

 
At mié abr 12, 12:18:00 p. m., Anonymous Anónimo said...

No está mal, para un "blog". Qué nivel (y qué de tonterías se dicen en los otros).
Ahora en serio: gracias.

 

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