21 mayo 2007

Ni aquí ni allá (corridos de la emigración)

Portada del libro de María Luisa de la Garza,
Ni aquí ni allá. El emigrante en los corridos y en otras canciones populares,
Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Cádiz, 2007.



El ensayo de María Luisa de la Garza obtuvo el premio de Ciencias Sociales "Cortes de Cádiz" en su edición de 2005, y tengo la impresión de que felizmente ocurrió así porque un libro sobre la frontera y sus habitantes y la capacidad de sus habitantes para cantar su drama, por muy lejos que geográficamente quede México, tiene que ser especialmente bien entendido en Cádiz, territorio fronterizo con vocación impenitente de poner rimas a su drama.

El corrido de la emigración se genera y crece paralelo al narcocorrido, haciéndose eco en esta ocasión de la aventura de los mojados, protagonistas de la conflictiva migración mexicana hacia el odiado y admirado país vecino, Estados Unidos. La emigración y el narcotráfico han desplazado así, en las últimas décadas, el antiguo centro de interés de la canción popular mexicana (el "nacionalismo revolucionario", generado fundamentalmente en las zonas de Jalisco y Guanajuato) hacia el norte, y el corrido, de ser un fenómeno nacional e identitario, se ha tranformado en la manifestación más emblemática de la cohesión trasnacional. La autora del libro dice bien cuando advierte, en tal sentido, que la evolución del corrido hacia otros lares, hacia otros temas y hacia otras músicas no debe interpretarse como una degeneración del mismo, sino como muestra de la enorme ductilidad de la canción popular para proyectar, siglo a siglo, el continuo devenir socio-histórico de una comunidad cultural.

Aunque de reciente prevalencia en el corrido, el fenómeno migratorio en la extensa frontera entre México y Estados Unidos tiene mucha historia: casi un siglo, desde que en 1917 el poderoso del norte comenzara primero a controlar y luego a restringir el paso de mexicanos, prosiguiendo con deportaciones masivas "de quienes previamente había sido bien recibidos" en 1924. Desde entonces, la relación asimétrica e inestable entre ambos países ha ido in crescendo, a la vez que crecía la comunidad mexicana, agrupada hoy por hoy en "clubes de oriundos" y formada por unos veinticinco millones de personas.

En tal contexto, el corrido, expresión socializadora del imaginario popular, ha generado una representación social de la emigración muy concreta, en la que sus acciones modélicas y sus agentes arquetípicos permiten una interpretación muy vasta de la copla como etnotexto. A propósito de esto, la autora indica que los corridos de la emigración no siguen una ideología política determinada, y que ni siquiera responden a la expectativa de cuestionar un orden social jerarquizado y sumamente discriminatorio; por el contrario, suelen estar dominados por una ideología próxima a la de las clases acomodadas, conservadora y tradicional, que rara vez insinúa verdaderas propuestas de transformación. Una observación -a nuestro modo de ver- sumamente valiente, inscrita por otra parte en el rumor cada vez más intenso entre los "folkloristas" de que trabajamos sobre una noción de pueblo imaginaria, o al menos idealizada a partir de los presupuestos románticos decimonónicos que pusieron la primera piedra de los estudios etnográficos. Periclitado el pensamiento marxista (que en la segunda mitad del siglo XX nos animó a una interpretación unívoca del texto popular como "revolucionario", esto es, anti-alienante), en estos momentos no nos queda sino reconocer que una buena parte de la creación popular ha venido desde siempre asumiendo un papel de control social de signo involucionista.

A los textos habrá que remitirse. Los corridos de la emigración abordan así esa representación codificada del conflicto social atendiendo a un repertorio diversos de anhelos y realidades del mexicano expatriado: la vida que se sueña desde este lado de la frontera, la relación de los emigrantes entre sí y de éstos con la comunidad anglosajona, los sinsabores en las imposiciones de la justicia y la problemática identidad del que no vive ni aquí ni allá.

Al ensayo de María Luisa de la Garza, clarificador y arriesgado, sólo le falta -en nuestra opinión- una cosa: documentación fonográfica; sin duda alguna, una pequeña antología sonora hubiera venido a paliar el silenciamiento que el corrido, como toda manifestación poético-musical de índole popular, tiene.

Adiós fronteras de El Paso, de San Isidro y Laredo,

ya me voy con rumbo al sur, voy a hacerme petrolero.

Adiós todas las fronteras, se acabaron los braceros.

Adiós a los emigrantes [policías], que casi son mis amigos;

tantas veces me agarraron en los cargueros dormido;

soñando con las riquezas, ya no sentía ni el ruido.

Este bracero se va en un avión de catego,

voy a hacerme petrolero y a ganar mucho dinero.

Adiós, todas las güeritas del Viejo y Nuevo Laredo.

Jamás volveré a brincarme los alambres con garrocha,

ni a prenderle veladoras al Santo Niño de Atocha

para que en el río Bravo no enciendan ni las antorchas.

A mis patrones de Texas los dejo con sus maquilas,

he de verlos por mi patria buscando la gasolina.

No más a ver cómo se siente andar como me traían.

18 mayo 2007

Gusendos de los Oteros: devocionario primaveral

Portada y contraportada del cd coordinado y dirigido por
Maximiano Trapero, Semana Santa de Gusendos de los Oteros (León),
Tecnosaga (col. La tradición musical en España, vol. 39), 2007.

Aislado y en buena parte despoblado por la urgencia y la desmemoria de la civilización urbana y del siglo XXI, Gusendos de los Oteros permanece aún en la paramera leonesa conservando un repertorio de cantos populares alrededor de la Semana Santa que guarda paralelos con otras tradiciones poético-musicales de Castilla y León, pero que se singulariza por seguir conformándose como un ciclo completo y anejo a ritos antiguos del devocionario popular.

Maximiano Trapero ha vuelto sobre sus pasos infantiles por su pueblo natal para –con el bagaje de su experiencia como recolector- dejar un testimonio esmerado de esta manifestación tradicional. El CD recoge, en tal sentido, la actualización del ciclo íntegro de cantos a cargo de veinticuatro informantes naturales de la aldea que, estrofa a estrofa, desgranan su repertorio: Los ramos del primer domingo, El Rosario de la Buena Muerte del Jueves Santo, La Procesión del Calvario del viernes y La Procesión del encuentro del Domingo de Pascua.

Son composiciones de creación culta, de entre los siglos XVII y XVIII, que, a lo largo del tiempo, se han ido incardinando en la tradición oral, sosteniéndose sobre los moldes básicos de la quintilla y la cuarteta, y adornándose con anécdotas apócrifas propias del imaginario popular, que tanto declina de dictámenes teológicos oficiales. La viveza de las composiciones se atestigua, además, por la participación infantil en el hecho folklórico y la utilización de instrumentos, como la carraca y la matraca, más propicios a la fiesta pagana de la primavera que a la solemnidad impuesta sobre Cloris por la iglesia oficial.

02 mayo 2007

Yo janina, tú janino (la boda sefardí)

Portada del libro de Susana Weich-Shahak, La boda sefardí. Música, texto y contexto,
Madrid, Editorial Alpuerto, 2007.

Presentación de La boda sefardí en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Actuación del grupo Arboleras, Madrid, 26 de abril de 2007.

Los hitos humanos trascendentales del nacimiento, el amor y la muerte concentran el núcleo de la ritualidad, especificada ésta en usos, costumbres, danzas y cantos que actúan trenzados siempre y formando parte de una sola expresión simbólica. Con esta perspectiva de la ocurrencia folklórica (¿desechamos de una vez el término performance?) la profesora Weich-Shahak aborda un repertorio ritual específico, el de la boda sefardí, cuyo material ha recopilado durante más de treinta años de encuesta en las principales comunidades de la diáspora: las de Marruecos y las del Mediterráneo Oriental. El resultado es un libro y un cd que informan exhaustivamente de los procesos folklóricos asociados a la unión amorosa entre un colectivo esmeradamente entregado, hasta hace muy poco, a la conservación de su patrimonio inmaterial.

Shlomo Nasi y su esposa el día de su casamiento, en Turquía, entre 1910 y 1920.
Archivo fotográfico del Museo de la Diáspora, Tel Aviv.

El estudio preliminar, además de puntualizar los presupuestos teóricos mencionados, ofrece una descripción general de la ritualidad nupcial sefardí: desde la naturaleza de los textos que en ella concurren hasta la ejecución musical de los mismos, pasando con detalle por el sistema de valores y costumbres expresados.

Más adelante, la antología textual y musical se ordena conforme al orden de los eventos de la boda. Comienzan éstos con el apalabramiento o desposorio y las invitaciones, siguen con los cantos en torno a la preparación y exposición del ajuar, con los preliminares específicos de la ceremonia (el baño de la novia) y el propio rito de la unión, culminando con las despedida de los recién casados, la noche de boda y el despertar de la novia. La documentación gráfica, cedida por muchos informantes de la autora o extraída, en buena parte, del Museo de la Diáspora de Tel Aviv, completa de forma deslumbrante este paseo por la tradición amorosa.
La preparación de la novia. Detalle de una fotografía de una representación
en Tánger. Catálogo de la exposición Los judíos en Marruecos,
Museo de la diáspora, Tel Aviv.

Los cantares de boda sefardíes se extienden -como hemos dicho- a cada momento vinculado con el paso trascendental de la desvinculación del hogar paterno y el ingreso al nuevo círculo familiar. Se desgrana así un repertorio asociado a los ritos de separación, de tránsito y de incorporación, en el que cada pieza hace explícita la voluntad de ordenar mediante el símbolo poético un proceso crítico para el colectivo humano. En tal sentido, el canto sefardí mantiene la tensión de la lírica primitiva entre el deseo femenino y la obediencia a la figura materna, y por lo demás, la síntesis de la feminidad en la belleza y la virginidad de la novia.


Mi mama s´asenta y pensa pensa,
Mi mama s´asenta y pensa
pensa de darme un sivachico,
yo sivachico no quero.

Mi mama s´asenta y pensa pensa,
Mi mama s´asenta y pensa
pensa de darme un birbirico,
yo birbirico no quero.

Mi mama s´asenta y pensa pensa,
Mi mama s´asenta y pensa
pensa de darme a un bustarico,
yo bustarico ya quero.


La palabra poética, en fin, trasluce aquí todavía su sentido particular de comunicación y de necesidad primordial, y mantiene una comprensión no sólo del amor, sino del propio vivir evidentemente descartada de nuestra percepción desmemoriada.

La novia se va a ir al baño,
el novio ya la sta ´sperando.
Ya salió de la mar.

Entre la mar y la arena,
mos crició un árbol de canela.
Ya salió de la mar.

Entre la mar y el río,
mos crició un árbol de bimbrillo.
Ya salió de la mar.

Don Bueso en el Retablo de fantoches

Fotografía de Rafael Alberti dedicada
a Alexandr Fevralski y fechada en 1934, durante
el segundo viaje a Rusia del escritor.



Portada del libro Romance de Don Bueso y de la infanta cautiva
(ed. coordinada por Carlos Flores Pazos) Cádiz, Diputación de Cádiz,
Fundación Alberti, Archivo España-Rusia 1927-1937
* * * * *
El romance tradicional de Don Bueso o de La hermana cautiva relata la aventura fronteriza del caballero que, yendo a tierras extrañas en busca de amores, encuentra a su hermana, cautiva por los moros desde tiempo atrás, así como el regreso al hogar cristiano de la desdichada niña. La tradición oral ha mantenido con singular viveza esta historia, transmitida durante siglos en todo el mundo hispánico en versiones poética y musicalmente diversas, adaptadas unas al canto melancólico propio del norte peninsular, y otras al festivo de la navidad andaluza, por ejemplo.
Este libro saca a la luz no una de esas versiones tradicionales, sino la adaptación dramatizada que del romance hizo Rafael Alberti hacia 1931, en el marco del Teatro del Pueblo de las Misiones Pedagógicas impulsadas por la Segunda República, y con el fin de contribuir al repertorio del Retablo de fantoches dirigido por Rafael Dieste, un espectáculo itinerante que recorrió cientos de aldeas españolas en unos años de auténtica fe en la cultura y en un proyecto trágicamente decapitado por la guerra civil y la dictadura.
El texto de Alberti lo rescata Carlos Flores Pazos, coordinador del volumen, del Archivo España Rusia, centrado en documentos del periodo 1927-1937 y testigo excepcional de las relaciones políticas y culturales entre ambos países en esos decisivos años. La adaptación dramática del romance se publica en facsímil acompañada de la partitura que para la misma realizó Eduardo M. Torner, por aquellos tiempos director del Coro del Pueblo e implicado absolutamente como musicólogo y folklorista en el proyecto de las Misiones Pedagógicas.
La contextualización del documento en la labor cultural de la República la realiza Eugenio Otero Urtaza, que dibuja con claridad la significación que la cultura tradicional tuvo en las Misiones Pedagógicas y relata con emoción aquel proyecto de comunión entre lo rural y lo urbano sobre el que tanta desmemoria ha acaecido. Por su parte, Eladio Mateos y Rafael Martín realizan, respectivamente, el análisis literario y musicológico del texto albertiano, situándolo en la palpitante atención que folkloristas e intelectuales mostraron por la literatura oral en las primeras décadas del siglo XX.
El Don Bueso del poeta estiliza la palabra oral y dramatiza la legendaria acción fronteriza en una estética devota hacia lo popular, milagrosamente florecida entre los del 27 y prodigiosamente hábil para aunar tradición y vanguardia.